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En un país donde la crisis económica se siente en cada rincón, las calles cubanas son testigos de apagones programados, desabastecimiento alimentario y un sistema sanitario en colapso.
Sin embargo, el Gobierno de Cuba mantiene su firme apuesta por el turismo, destinando casi el 40% de sus inversiones de 2024 a este sector, según datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
Esta decisión genera controversia entre economistas y ciudadanos, que cuestionan la viabilidad de invertir en hoteles cuando otras áreas cruciales, como la energía, la salud y la agricultura, están en ruinas.
Un sector en decadencia:
A pesar de los esfuerzos gubernamentales, el turismo en Cuba ha mostrado una caída considerable en los últimos años. En 2023, el país recibió 2,4 millones de visitantes, lejos de los 3,5 millones proyectados por las autoridades.
Para 2024, la situación es aún más desalentadora, con previsiones de solo 2,2 millones de turistas.
La ocupación hotelera también refleja este declive: en 2023, se situó en apenas un 28,4%. En contraste, países vecinos como República Dominicana alcanzan cifras récord, superando los 10 millones de visitantes.
La consultora europea ForwardKeys clasificó a Cuba como el destino del Caribe con la peor recuperación turística tras la pandemia.
Historias de una industria tambaleante:
En Cayo Largo del Sur, un paradisíaco archipiélago al sudoeste de Cuba, un barman con 25 años de experiencia en un hotel gestionado por Gran Caribe y Blue Diamond describe los retos diarios.
En sus épocas doradas, entre 2012 y 2015, las 600 habitaciones del hotel estaban llenas, con turistas provenientes de Italia, Alemania, Canadá e incluso Estados Unidos durante el breve acercamiento diplomático bajo Barack Obama.
Hoy, sin embargo, el panorama es desolador. Apenas 90 habitaciones están ocupadas, mayoritariamente por canadienses que buscan escapar del invierno. Los vuelos directos desde Europa son cosa del pasado, y los visitantes que llegan a Cayo Largo suelen hacerlo desde La Habana o Varadero.
La falta de insumos básicos también afecta la experiencia: “Hay días en que no hay café, azúcar ni huevos. ¿Cómo explicas a un turista que debe desayunar sin huevos?”, lamenta el trabajador.
Inversiones desproporcionadas:
Entre enero y junio de 2024, Cuba destinó 4.931 millones de pesos (15,1 millones de dólares) a hoteles y restaurantes, un aumento del 112,1% respecto al año anterior. En comparación, sectores como la educación, la salud y la agricultura recibieron una fracción de estos fondos.
El economista Ricardo Torres, ex investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, critica esta estrategia: “Los destinos de las inversiones no ponderan adecuadamente las necesidades económicas y sociales.
Ni siquiera desde el punto de vista productivo se justifican estos recursos multimillonarios dedicados a un sector en franco declive. Si se hubieran destinado a energía o alimentos, la situación sería diferente”.
El sueño de un turismo transformador:
Históricamente, el turismo ha sido una de las principales fuentes de divisas para Cuba, junto a las remesas y la exportación de servicios profesionales. En los años noventa, tras la caída de la Unión Soviética, Fidel Castro impulsó el desarrollo turístico como salvavidas económico.
Empresas estatales como Gaesa y Gaviota firmaron acuerdos con cadenas internacionales, entre ellas las españolas Meliá e Iberostar, para construir hoteles.
Durante la “era Obama”, Cuba se convirtió en un destino atractivo para millones de turistas, alcanzando un récord de 4,6 millones de visitantes en 2019. Sin embargo, las políticas restrictivas de Donald Trump y la pandemia de COVID-19 truncaron este crecimiento.
En 2020, el número de turistas cayó a poco más de un millón, y en 2021 apenas alcanzó los 356.470.
Desafíos actuales:
Además de la disminución en el número de visitantes, Cuba enfrenta otros obstáculos. La falta de electricidad, los apagones prolongados y las carencias en infraestructura desincentivan el turismo.
“Nadie va a venir a un país donde las calles son inseguras, llenas de baches, y los hoteles carecen de insumos”, afirma Omar Everleny Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana.
El deterioro de los servicios básicos también ha llevado a situaciones caóticas para los turistas. En un caso reciente, una turista canadiense denunció las condiciones de un hospital cubano como “un escenario de película de terror”, mientras que otros viajeros reportaron hoteles con falta de comida, papel higiénico y problemas sanitarios.
Ante estas quejas, touroperadores como Sunwing han retirado decenas de hoteles cubanos de sus catálogos.
Una apuesta cuestionada:
A pesar de las críticas, el Gobierno cubano defiende su enfoque en el turismo. Las autoridades aseguran que el sector cuenta con garantías especiales, como un suministro eléctrico prioritario.
Sin embargo, economistas como Torres y Everleny coinciden en que el país necesita un desarrollo extrahotelero que revitalice las ciudades y mejore la calidad de vida de sus habitantes. “Los turistas no solo vienen a los hoteles, vienen a ver Cuba, sus calles, su gente”, destaca Everleny.
El tiempo dirá si la apuesta del Gobierno cubano por el turismo logra revertir la tendencia actual o si, por el contrario, exacerba las desigualdades y las carencias en otras áreas fundamentales.
Mientras tanto, el barman de Cayo Largo sigue improvisando cócteles con lo que tiene, enfrentando las quejas de los turistas y preguntándose, como muchos cubanos, cuándo llegará el verdadero cambio.